La correspondencia de un escritor, de un artista, o de un hombre público, sirve para que conozcamos más a fondo, su vida íntima, su vida privada, cuáles son sus angustias y sus carencias, cuales sus amores y amistades. El siglo XVIII y también el XIX, fueron campo fértil para la literatura epistolar. Existen valiosas recopilaciones de la correspondencia de grandes escritores, como Flaubert, Balzac, Stendhal; las emotivas cartas de Van Gogh a su hermano Theo, que son por sí solas una obra literaria. Podríamos extendernos en el tema, porque es, desde el punto de vista histórico y social, muy interesante. Nos permite muchas veces conocer las costumbres de una época; como pensaba la sociedad en ese momento, sobre diversos temas. El amor, la amistad, la vida política. En fin, muchas cosas. Las cartas de un escritor, pueden ser parte muy importante de su obra. Pero también, y eso depende tal vez, de su genio como artista, de su grandeza como escritor, de su estilo y de su legado literario, puede perderse, digo, esa correspondencia, en la banalidad de la vida doméstica, en el gris acontecer de todos los días. Andrés Caicedo es un mito de la literatura caleña. Dicen que los elegidos de los dioses mueren jóvenes y Caicedo escogió morir joven. Dijo el poeta: "hay que matarse para no morir". Y Andrés Caicedo, que había vivido intensamente, que había asumido su papel de escritor, de fervoroso aficionado al cine, a la música, a todo lo que fuera cultura, quemó sus naves y decidió partir. Dejó una obra caótica como su espíritu. Una novela juvenil que es como El Guardián entre el Centeno, de los adolescentes caleños, unos cuentos, muchos artículos y crónicas de cine y un recuerdo entre quienes lo conocieron y compartieron su vida de adolescente apasionado, angustiado, sumergido en la ambivalencia de querer ser feliz, de amar y ser amado y tal vez con el anhelo inconcluso de dejar una obra perdurable. Tal vez su correspondencia nos ayude a correr el tupido velo de su enigma vital.
Recomendado del librero.
¿Por qué los muertos siguen publicando? Las explicaciones no son tan simples y no siempre hay que encontrarlas en el oportunismo editorial. Los ejemplos abundan en la misma cantidad con que se multiplican ciertos escritores difuntos, convertidos en aquello que se ha dado a llamar “escritores de culto”. Y el misterio de sus publicaciones póstumas terminará formando parte de su acervo literario. Al interior del acertijo de las obras póstumas se encuentra el desafío de la publicación de su correspondencia. ¿Las cartas forman parte de su obra o es preferible destruirlas antes que dejar pistas para la posteridad de los secretos develados a sus destinatarios? En este segundo volumen de la correspondencia de Andrés Caicedo los lectores descubrirán los años finales de un escritor que intentó, por todos los medios, entablar un diálogo desde la lucidez, pero también desde la soledad y la desesperación que terminó por llevarlo al suicidio en marzo de 1977.